
Yo lo reconozco, desde que me descuido me veo intentando llegar más alto: en el trabajo, en el deporte, en las redes sociales...volar más alto, ganar más dinero, conocer más gente, saber más cosas...
No es que yo esté en contra de la superación personal, ni mucho menos, pero ¿les digo algo? (chsss es un secreto, no digan nada no vayan a enterarse en la matrix y se produzca un cortocircuito en este sistema del más, más y más), en estos años he llegado a la conclusión de que solo hay una cima que me satisface: la cima de una montaña.
Esa sensación, después del esfuerzo de la subida, cuando llegas arriba y respiras, y miras el camino recorrido y piensas: ¡Lo logré! y se te dibuja esa sonrisa en la cara; ya no importa el cansancio ni el frío ni el calor, las manos hinchadas o las ampollas en los pies, desaparece el mundo a tu alrededor y por un momento te sientes uno con el universo. Indescriptible.
Un pico es una meta absoluta e inagotable, puedo alcanzarla tantas veces quiera y compartirla con tantos compañeros de camino como desee y siempre está ahí para mi, brindándome cada vez la nueva gama de detalles de una naturaleza siempre cambiante. Nada que ver con la efímera euforia de un ascenso en el trabajo, una victoria deportiva, o la compra de un nuevo y mejor coche; con ese esfuerzo que me deja vacío cuando al poco tiempo sale la nueva versión de Iphone y tengo que comenzar el camino de nuevo, siempre a la carrera para que la sociedad no me deje atrás.
Y en algunos momentos, inmersa en el "orbe encanallado" de Kippling, necesito recordar de donde vengo y a donde quiero llegar, y sobre todo que montañas quiero escalar y que carreras no deseo correr.
Hoy dejo que la sociedad me pase de largo, mientras me seco el sudor desde lo más alto de alguna montaña.
No es que yo esté en contra de la superación personal, ni mucho menos, pero ¿les digo algo? (chsss es un secreto, no digan nada no vayan a enterarse en la matrix y se produzca un cortocircuito en este sistema del más, más y más), en estos años he llegado a la conclusión de que solo hay una cima que me satisface: la cima de una montaña.
Esa sensación, después del esfuerzo de la subida, cuando llegas arriba y respiras, y miras el camino recorrido y piensas: ¡Lo logré! y se te dibuja esa sonrisa en la cara; ya no importa el cansancio ni el frío ni el calor, las manos hinchadas o las ampollas en los pies, desaparece el mundo a tu alrededor y por un momento te sientes uno con el universo. Indescriptible.
Un pico es una meta absoluta e inagotable, puedo alcanzarla tantas veces quiera y compartirla con tantos compañeros de camino como desee y siempre está ahí para mi, brindándome cada vez la nueva gama de detalles de una naturaleza siempre cambiante. Nada que ver con la efímera euforia de un ascenso en el trabajo, una victoria deportiva, o la compra de un nuevo y mejor coche; con ese esfuerzo que me deja vacío cuando al poco tiempo sale la nueva versión de Iphone y tengo que comenzar el camino de nuevo, siempre a la carrera para que la sociedad no me deje atrás.
Y en algunos momentos, inmersa en el "orbe encanallado" de Kippling, necesito recordar de donde vengo y a donde quiero llegar, y sobre todo que montañas quiero escalar y que carreras no deseo correr.
Hoy dejo que la sociedad me pase de largo, mientras me seco el sudor desde lo más alto de alguna montaña.